Historia de la pluma
Como podréis comprender, cuando se inventó la pluma no estaba yo presente, je je je... por tanto voy a contar lo que he podido ir sacando de libros, revistas o internet, con el único interés de que el que lo lea amplié su cultura “plumil”.
Antes de entrar en la pluma propiamente dicha, indicar que los primeros escritos de carácter más duradero se realizaron con caña afilada y sumergida en una especie de tinta sobre grandes “papiros”.
A medida que los signos gráficos fueron reduciendo su tamaño, fueron evolucionando las superficies de escritura, pasando de los rollos de papiro a los libros de pergamino (piel de res adobada y muy pulida usada 3.000 años antes de Cristo) o vitela (tipo de pergamino hecho a partir de pieles de cabras, corderos, y terneras jóvenes), en los cuales ya se podía escribir con plumas de ave o cálamo.
Introducido alrededor del siglo VI, la pluma fue el instrumento de escritura que dominó durante el mayor período en la historia, casi 1.300 años. El cálamo se obtenía de la parte exterior del ala de aves vivas. Las plumas preferidas eran las del ala izquierda, porque se curvaban hacia afuera al ser usadas por un escribiente diestro.
Las plumas de ganso eran las más comunes, mientras que las de pato y cisne eran de mayor calidad, pero más escasas y, por lo tanto, más caras. Para hacer líneas finas, las plumas de cuervo eran las mejores; más tarde se utilizaron las de águila, búho, halcón y pavo.
Para fabricar un cálamo, primero había que endurecer la pluma de ave mediante calor o disecación. El cálamo endurecido se cortaba entonces oblicuamente con un cuchillo especial, el cortaplumas. El escritor se veía obligado a cortar el cálamo frecuentemente a fin de mantener la punta biselada y las plumas duraban tan sólo una semana antes de que tuvieran que ser reemplazadas.
Se sabe que se usaban estas plumas alrededor del siglo VI después de Cristo, debido a alusiones realizadas por el teólogo español San Isidoro de Sevilla.
Hay escritos que dicen que las plumas del ala izquierda resultaban más adecuadas para los diestros, mientras que las del ala derecha eran mejores para ser usadas por los zurdos. Por tanto al haber mayor numero de diestros, las plumas más demandadas eran las del ala izquierda.
Además del tiempo dedicado a su preparación y mantenimiento, otra desventaja era que la tinta utilizada tardaba mucho en secar, por lo que debajo del escritorio había una estufa de carbón para secarla lo más rápido posible.
Los artículos escritos a mano se parecían a las letras impresas, hasta que los eruditos comenzaron a cambiar la forma de escritura, usando letras mayúsculas y minúsculas, escribiendo con más inclinación y conectando las letras. Gradualmente, la escritura se adaptó mejor a la velocidad que permitían los nuevos instrumentos de escritura.
Al llegar al siglo XIII se comienza a reemplazar el pergamino o vitela por el papel, y las plumas tenían puntas biseladas más finas. Y la necesidad de realizar escritos era mayor, por lo que se intentaba inventar algo que no necesitara ser afilado o biselado continuamente; se hicieron intentos de fabricación de plumas de cuerno, de caparazón de tortugas, de piedras preciosas, de bronce (en el siglo XV hay referencias a plumas de bronce -1.465- aunque se supone que los romanos las usaban desde tiempo antes). El calígrafo español del siglo XVI, Juan de Yciar, menciona en 1.548, las plumas bronceadas para escritos de gran extensión, en su manual de escritura. Su uso no se difundió hasta principios del siglo XIX.
En 1.803, el ingeniero inglés Bryan Donkin patentó la primera pluma de acero.
Con esta invención, con la sucesiva implantación de la enseñanza gratuita y pública para la niñez, y con la producción de plumas de acero por parte de los fabricantes ingleses del siglo XIX William Joseph Gillot, William Mitchell y James Stephen Perry, la pluma de cálamo cayó en desuso.
En 1.829 aparecieron los plumines de acero, y se popularizaron años más tarde.
En 1.884, un agente de seguros de Nueva York, Lewis Waterman, patentó la primera pluma estilográfica con depósito de tinta. Waterman inventó un mecanismo que suministraba tinta a la punta del plumín por capilaridad, haciendo que la tinta fluyese de forma uniforme al tiempo que se escribía. Trajo una gran evolución en la rapidez de escritura, pues permitía escribir sin tener que estar recargándola constantemente. La tinta se alojaba en un depósito en el interior y fluía por el plumín hasta el papel.
Ya en el siglo XIX se habían realizado algunos intentos de fabricación de una pluma que tuviera un rodamiento en su punta, como el producto para marcar el cuero patentado por el estadounidense John Loud en 1.888. Aunque se dice que Galileo ya había diseñado algo muy similar en su época, el invento de Loud es considerado el primer bolígrafo.
Sin embargo, dicha patente nunca fue explotada comercialmente, fue olvidada y la pluma se convirtió en el instrumento de escritura predominante en Occidente durante los siguientes 60 años.
En 1.899, Lewis Waterman abrió una fábrica en Montreal, realizando una gran variedad de diseños. En 1.901, tras la muerte de Waterman, su sobrino, Frank D. Waterman se ocupa de los negocios en el extranjero, aumentando las ventas a 350.000 plumas por año.
Cuatro fabricantes: Parker, Sheaffer, Waterman y Wahl-Eversharp, dominaron el mercado en Estados Unidos y Pelikan hizo lo mismo en Europa hasta 1.938.
En el siglo XX, se fue imponiendo la lapicera estilográfica, hasta que apareció el bolígrafo o birome, que se impuso en el uso popular y diario, por su comodidad, rapidez y economía.
NOTA: Por cierto que mi amigo Manolo, colecciona plumas y no quisiera desaprovechar esta ocasión para indicaros que si no necesitáis alguna pluma, os vais a deshacer de ella o simplemente la vais a tirar (esto último “nunca” porque hay que colaborar con el medio ambiente, je, je, je) me la remitáis para hacérsela llegar. Gracias.